Reconoce si eres un “workaholic” y vence la adicción
Por El Comercio Perú/ GDA
Compartido por la compañera Celia Loyola de Emagister, Grupo de Habilidades Directivas
El horario laboral de Karina es de ocho horas, pero ella misma lo extiende a casi 15
. No se toma el “break” que le corresponde. Acepta tareas que no son inherentes a su cargo como coordinadora de un centro educativo. Delega trabajo, pero controla todo lo que hacen ella y sus subalternos. ?No dejo nada librado?.
Ha ido a trabajar enferma y cuando no le queda más remedio que quedarse en cama “más por presión de sus compañeros que por decisión propia” lo hace “con dolor en el alma”. Su umbral de tolerancia a las vacaciones no supera los cuatro o cinco días.
En casa no termina de desenchufarse: revisa correos electrónicos y hasta lleva la laptop a la mesa familiar. Aun así, dice que disfruta lo que hace.
“Me da una adrenalina especial”, afirma. Su ritmo no persigue motivaciones
económicas, pues dice que ganaría lo mismo cumpliendo estrictamente su horario.
“La gente dice que soy adicta al trabajo”, señala la joven de 29 años. “Yo asumo que
algo debo de tener, pero no lo he tratado. De todos modos, prefiero eso a que no me guste trabajar”.
Sí, se considera nerviosa y ha sufrido gastritis con principio de úlcera. Su madre le pide que afloje.
El término inglés “workaholic” fue utilizado por primera vez en 1971. Como cuadro clínico, su nacimiento es muy reciente. Otros conceptos como “laborodependencia” o “trabajólicos”son aún posteriores. A diferencia de otras adicciones, como el alcohol o las drogas, la contracción excesiva al trabajo era considerada algo aceptable, plausible y hasta digno de elogio.
La psicoterapeuta canadiense Barbara Killinger la calificó de “una dependencia respetable”. Pero en realidad es un comportamiento que puede resultar nocivo para la persona y también para su propio ámbito laboral.
Un vacío laboralLa psicóloga laboral y docente Carolina Moll define al “workaholic”como alguien para quien el trabajo es el centro de su vida y le da sentido a esta.
“A través de él, la persona siente que ejerce poder, trata de controlar todo lo que le rodea y, además, niega que sea una adicción”, dice.
No suele haber una razón económica detrás, agrega. O sea, el multiempleo no debe confundirse con la adicción al trabajo.
La “fachada respetable” de esta adicción hace que muchos se confundan con una persona cumplidora con su trabajo, pero no es lo mismo.
“Una persona comprometida con su tarea piensa así: tengo un objetivo laboral y lo voy a cumplir, en tiempo y forma, de acuerdo con lo que me solicitan”, señala Geraldine Delfino, gerenta del Área de Selección de Personal de Pricewaterhouse Coopers (PWC) Uruguay. El trabajólico, en cambio, “va a hacer más de la cuenta o le va a dedicar más tiempo que el necesario”.
Delfino afirma que detrás de estos casos “hay un gran vacío en otras áreas de su vida o la denuncia de una soledad, al menos, interesante”.
¿Existe algo así como un perfil del laborodependiente? El psiquiatra Fredy da Silva señala que puede influir la baja autoestima o un sentimiento de desvalorización que busca ser compensado por la búsqueda de éxito y poder. “Pero también se ve en casos de individuos muy competitivos, con mucha necesidad de reconocimiento social y que gustan de exhibir sus logros”.
Todos los especialistas consultados coinciden en que los casos más frecuentes se dan en hombres, en edades que van de 30 a 45 años, y que ostentan cargos de jerarquía.
Esto puede ocasionar serios problemas: un jefe “workaholic” suele exigir a sus sufridos subalternos tanta contracción al trabajo como él; y su vida social también gira en torno a su ocupación laboral, arrastrando a su familia en esa obsesión.
Las vacaciones o el tiempo libre están contaminados por cuestiones laborales y por un carácter insatisfecho y hasta irritable; disfrutar de un descanso es casi imposible. En el hogar suele funcionar un segundo escritorio.
“A nivel familiar, estos casos suelen terminar en divorcios”, agrega.
Problema de empresa
En España, donde este tema ha sido objeto de numerosos estudios, investigaciones
recientes han revelado que un adicto al trabajo termina siendo, antes que una ayuda, un gran problema para la empresa que lo emplea.
“Si bien al principio puede caer muy bien entre sus compañeros, porque aparentemente siempre está dispuesto a dar una mano”, dice Moll. “Al final resultará ser una persona conflictiva: le costará mucho delegar porque considera que nadie hace el trabajo mejor que él”.
Para Delfino, lo nocivo o no que pueda resultar una persona de estas características para una empresa depende de su estructura organizacional. Si la firma fomenta los horarios prolongados, la falta de delegación de tareas o la flexibilidad no es un elemento importante, “entonces va a ser un individuo valioso, destacado”.
Por el contrario, si en la cultura de esa organización se fomenta el trabajo en equipo, el respeto a las licencias y al tiempo de descanso, ahí ya será un factor de conflictos.
Moll agrega que si esa misma persona concentra mucho conocimiento y responsabilidades, “el día que falte la empresa va a quedar muy mal parada”.
Los datos epidemiológicos son muy escasos. En los 80, se estimaba que el 5% de la población mundial era adicta al trabajo, porcentaje que trepaba al 23% en profesiones “liberales” como médicos, psicólogos o abogados. El área de la comunicación (publicidad o periodismo) también es considerada un campo proclive para estos casos, aunque los expertos señalan que no hay tarea que pueda considerarse inmune a estos cuadros.
En España, diversos estudios ubican esta adicción entre el 7% y el 12% del mundo laboral. El psiquiatra Da Silva dice que distintas investigaciones internacionales concluyen un promedio de 10% de “workaholics” en el universo de trabajadores.
En tiempos de teletrabajo, en que se fomentan la tareas en equipo y el requisito de dedicación entera es esencial, encontrar a un “workaholic” joven ya no es tan común.
“No creo que las nuevas generaciones como la llamada Generación Y (menores a 30 años), que priorizan mucho el equilibrio entre la calidad de vida y el trabajo afilien a esta modalidad”, sostiene Delfino, de PWC.
Pero eso no quiere decir que estén en vías de extinción. Como muestra, ahí está Karina, con sus 29 años y su deseo de que su trabajo sea siempre bien reconocido, aun a costa de su salud y postergaciones personales.
Karina admite que pensó en buscar ayuda profesional.
“Este año pensé en entrar al mundo del diván, ¡pero no sé si hay algún psicólogo que pueda venir acá!”. “Acá” es su lugar de trabajo, donde siempre ella encuentra algo más para hacer.
Tratamiento
La psicóloga laboral Carolina Moll sostiene que el momento óptimo para intervenir profesionalmente a un adicto al trabajo es cuando este queda desempleado.
“Es muy raro que un trabajólico acceda a un tratamiento. Es recién cuando queda fuera de este mundo que puede hacer un clic y darse cuenta de hacia dónde va su vida”.
Si alguno accede finalmente a someterse a un tratamiento, el psiquiatra Fredy da Silva afirma que este tiene una pata biológica, otra psicológica y otra social. Para la primera se recurre a ansiolíticos, antidepresivos; para la segunda, psicoterapia, siempre individual y con modalidades cognitivo-comportamental, adleriana y existencial.
“Y en lo social es fundamental trabajar con la familia, que sufre mucho por estos casos”, sostiene Da Silva.
Ahí entra en juego la socioterapia, con el objetivo de reorganizar su plan de vida.
Otros motivos por el cual el “workaholic” puede caer en la cuenta de que necesita ayuda son las complicaciones médicas como resultado de su excesiva contracción al trabajo. Da Silva señala que es frecuente que estos cuadros deriven en alcoholismo, depresión, úlceras o adicción a drogas.
“En todo caso, ahí se llega a ser un enfermo físico”. Es cuando el cuerpo grita basta.
En un trabajo conjunto realizado en 1998 por dos especialistas españoles, Javier Fernández Montalvo y Enrique Echeburúa, titulado “Laborodependencia”, se enfatiza en que el tratamiento no es equivalente al de otro tipo de adicciones. El motivo es obvio: es imposible pretender algo así como la abstinencia laboral.
“En la mayor parte de las adicciones, como el alcoholismo, la ludopatía o las drogas, el objetivo final de la abstinencia facilita la recuperación del paciente.
Como es obvio, esta meta no resulta viable en la adicción al trabajo. Al ser el
trabajo controlado la única alternativa terapéutica posible, se trata de potenciar el autocontrol del paciente y de implicarlo en actividades gratificantes alternativas”, afirman Fernández Montalvo y Echeburúa en el mencionado trabajo.
Detecte si es un “workaholic”
El especialista español Francisco Javier Llaneza enumeró las características más destacadas de un adicto al trabajo.
• Sentir preocupaciones agobiantes durante el fin de semana.
• Incapacidad para tomarse vacaciones o descansar.
• Imposibilidad de abandonar al final de la jornada un trabajo inacabado.
• Ponerse nuevos trabajos para realizar durante los períodos de descanso.
• Ser incapaz de rechazar ofertas de trabajo adicional.
• Experimentar que el tiempo pasa muy rápido cuando se trabaja.
• Ser competitivo en cualquier actividad.
• Ser acusado por familiares y amigos de que dedica más tiempo al trabajo que a
ellos.
• Experimentar cansancio e irritabilidad si no se trabaja durante los fines de semana.
• Evitar delegar tareas.
• Comunicarse mejor en la empresa que fuera de ella.
Desde la distancia física y la cercanía emocional, nos leemos en una próxima oportunidad...
Un abrazo